Comunicado
de las FARC
Venezuela requiere solidaridad en lugar de canibalismo
Escrito
por Timoleón Jiménez / Publicado en Estado Mayor Central
El resultado electoral del 6 de
diciembre en Venezuela, a todas luces desfavorable al PSUV y a la revolución bolivariana,
ha dado para que todo el mundo opine acerca de la situación que se presenta en
el país hermano.
Lo primero que cabría señalar es que a la par del
triunfo de la coalición temporal de la derecha, apoyada con todo furor desde
Washington, Londres y Madrid, y de manera un tanto disimulada desde Colombia y
los países latinoamericanos en que gobierna la reacción continental, también
parece haberse producido un triunfo de la ideología neoliberal transnacional.
De repente se ha puesto de moda irse lanza en ristre contra la obra de Hugo
Chávez Frías, achacar la derrota a los fracasos económicos, sociales y
políticos de la revolución, considerar como incapaces, ineptos y corruptos a
los dirigentes del proceso renovador venezolano, además de pontificar con suficiencia
acerca de la tímida posición adoptada contra el capital por el modelo
socialista del país vecino.
Es como si de un momento a otro el capitalismo, su
voracidad depredadora, el imperialismo y su histórica posición antidemocrática
y desestabilizadora se hubieran esfumado del panorama mundial y de la vida de
los pueblos de América Latina y el Caribe. Es como si en los últimos diecisiete
años y en la hora presente la acción revolucionaria, sus avances y desarrollos
no hubiesen encontrado más obstáculos que la negligencia y la descomposición de
las vanguardias democráticas. Es como si de un momento a otro se comprendiera
que se está cerrando el ciclo durante el cual los revolucionarios lo tuvieron
todo fácil sin haberlo aprovechado, y por tanto no cabe más sino reprocharles
su incapacidad e incompetencia.
Hay que advertirlo a tiempo e imprimir una
rectificación clasista al pensamiento. Lo que se está haciendo y diciendo
contra la revolución bolivariana desde variados matices de la izquierda,
confundidos o enajenados repentinamente por la avalancha propagandista,
mediática e ideológica del gran capital transnacional, constituye ni más ni
menos que el más irresponsable acto de canibalismo político. Ni este ni ningún
otro es momento para emprender en gavilla un ataque demoledor contra la
revolución, amenazada ya seriamente por el imperialismo y la oligarquía
venezolana. Eso de caerle al caído para acabar de despedazarlo no tiene nada de
revolucionario y por el contrario sirve a los intereses de la derecha internacional.
Que los voceros del orden capitalista mundial estén de fiesta y preparando
desde ya su embestida final es comprensible. Se trata de la misma clase que no
tuvo piedad con los comuneros de París en 1871, ni contra ninguno de los
movimientos democráticos y de avanzada organizados por los trabajadores desde
entonces en los más diversos países. Pero que los voceros del movimiento
democrático y popular, revolucionario, progresista o de avanzada estén dando la
espalda al pueblo de Venezuela, alegando los mismos contenidos de la propaganda
imperialista, eso sí que resulta equivocado, incomprensible y vergonzoso.
Los hijos de Simón Bolívar, los hijos de Chávez, el
pueblo que a pie llevó libertad a gran parte de la América del Sur, requiere
del apoyo cerrado de todos sus hermanos latinoamericanos y caribeños. No fue
sino que Chávez ganara las elecciones en 1998 para que de inmediato se pusiera
en movimiento el engranaje para impedirle gobernar, para evitar a toda costa la
implementación de las transformaciones que anunciaba. Y son casi dos décadas
continuas de sabotaje en todas las formas. Corrupción, cooptación, traición,
golpe de Estado, golpe petrolero, ataques a la infraestructura, protestas
internas financiadas desde fuera, acciones desestabilizadoras, guerra
económica, guerra mediática, guerra ideológica, maniobras electorales. Negar la
realidad de esos ataques o desconocer sus efectos corrosivos constituye un acto
de imperdonable ceguera.
Y lo que es peor, borrar de un plumazo la obra
liberadora, las conquistas democráticas alcanzadas, las igualdades étnicas y de
género, las innumerables conquistas sociales, la elevación general del nivel de
vida de la población más necesitada, el millón de viviendas construidas y
entregadas, los visibles desarrollos en salud y educación, la invalorable labor
cultural, ideológica y política, la soberanía alcanzada, la integración
continental, la solidaridad y el respeto internacional obtenidos por todos
nuestros pueblos, entre otras tantas acciones reales de la revolución
bolivariana, para reemplazarlas por palabras fáciles como ineficiencia,
corrupción y caos, echadas a rodar de manera masiva por las cadenas y redes
internacionales al servicio de la explotación y opresión mundial, constituye la
demostración más palpable de cuánto terreno se ha perdido en el campo de la
batalla ideológica contra el capital y sus políticas totalitarias.
Ninguna obra humana es perfecta ni está completamente
terminada. La revolución también es un proceso en construcción, en el que se
cometen errores, se producen desviaciones y fallan en consecuencia los
resultados esperados. Cuando la intención de la crítica es sana y constructiva,
cuando el interés es el de perfeccionar y no destruir, con seguridad que pueden
corregirse a tiempo y de manera positiva las deficiencias. Pero otra cosa muy
distinta ocurre cuando deliberada o neciamente se engrandecen estas últimas,
cuando se las convierte en el todo, cuando se sacan a relucir en los peores
momentos sólo para debilitar y echar abajo el sueño de un pueblo. Esta última
actitud merece la más abierta condena. Y debe rectificarse con urgencia.
Lo que resulta verdaderamente innegable es que hay en
curso una arremetida brutal del imperialismo depredador en todo el planeta,
acompañada de una campaña de dominación ideológica sin antecedentes, y del más
espantoso despliegue militar y terrorista. Es esa avalancha que amenaza la
humanidad entera y que asesina y somete pueblos inermes del modo más salvaje,
la que debe ser blanco de todos los ataques, críticas y denuncias permanentes
por parte de los movimientos políticos y sociales de avanzada. Es contra ella
que deben movilizarse los pueblos, como lo han hecho valiente y heroicamente
los revolucionarios venezolanos durante las dos últimas décadas. Ellos, en su sabiduría
democrática, encontrarán el modo de superar sus dificultades actuales, para lo
cual requieren de nuestra solidaridad y comprensión. Estamos acompañándolos,
hasta la victoria final.
La Habana, 13 de diciembre de 2015.
Por el Secretariado Nacional de Las FARC-EP
Timoleón Jiménez
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